¿Qué significa la nueva ley de permisos parentales igualitarios en España?

José Bercetche

Hay quienes piensan que obligar a los hombres a quedarse en casa a cuidar de sus hijos es “contra natura”. Según esa visión, la biología es clara: las mujeres gestan, paren y dan el pecho… ergo, ellas deben ser las cuidadoras primarias de los bebés. Si estas diferencias anatómicas causan desequilibrios en la sociedad, penalizando al 50 por ciento de la población con, entre otras consecuencias, menores oportunidades laborales y mayor cuota de trabajo no remunerado, para estas personas esto no es razón suficiente para cambiar nada porque “así es el orden natural”.

Para otras personas, en cambio, la crianza es la prueba de fuego para cualquier teoría sobre la igualdad de derechos entre hombres y mujeres y la legislación debería ser más ambiciosa. El abismo que separa a ambos puntos de vista es cultural. Nuestra educación, que enmarca lo que se espera de los hombres y las mujeres, nos empuja hacia uno u otro lado del espectro. Por ello, más allá de las carencias de esta ley, en la España de hoy hacen falta no solo leyes de igualdad, sino también una mayor conciencia de las ventajas de una sociedad igualitaria.

Y las ventajas de una colaboración de ambos progenitores en el cuidado de los más pequeños son muchas.

Primero, ganan los niños. Que padres y madres tengan el mismo número de semanas intransferibles supondría un salto de calidad en el cuidado que tendría efectos muy positivos en la etapa más vulnerable de los niños y beneficiaría su desarrollo intelectual y emocional.

Segundo, ganan las mujeres. Contar con 16 semanas de apoyo en casa sería valiosísimo para las madres, quienes tendrían los relevos esenciales durante el puerperio. Y sería beneficioso para las mujeres en general, quienes estarían en mayor igualdad de condiciones en el campo laboral e institucional.

Tercero, ganan los hombres. Cuidar de un recién nacido durante cuatro meses es una experiencia transformadora. Es una oportunidad maravillosa para los padres de darle prioridad al cuidado de sus bebés, de aprender de las extraordinarias vivencias de una nueva vida y de asumir sus responsabilidades familiares sin la presión laboral.

Y cuarto, tendría un efecto regenerativo en la sociedad, en la que hombres y mujeres colaborarían en igualdad en el cuidado de los más vulnerables, afectando lo que se considera masculino y ampliando el espectro de lo que se espera de los hombres.

En el ámbito de la empresa, muchos dirán que la ausencia de ciertos empleados o directivos durante 16 semanas por baja de paternidad o maternidad es perjudicial. Habrá casos en que lo sea y esto requerirá que se pongan en marcha rutinariamente planes de relevo en los distintos niveles de la plantilla. Cubrir la baja de un hombre no es distinto de cubrir la de una mujer.

Como nos hacen saber en cualquier trabajo, nadie es indispensable, y una baja, sea de un hombre o de una mujer, no es una excepción. Requiere planificación, inversión y esfuerzo, pero se reducirían los casos de doble rasero que existen hoy en la contratación y la promoción de personal.

Pero tal vez el efecto más positivo sería que la sociedad en su conjunto asumiría, poco a poco, que los hombres son tan cuidadores como las mujeres, que los padres son corresponsables de la crianza y que nada es más importante que la atención que necesitan los pequeños.

Crear las condiciones necesarias para esta colaboración en cientos de miles de hogares en España sería adoptar una verdadera “perspectiva de infancia”. Es decir una política, unas leyes, una cultura en la que se priorice la crianza, el cuidado y la educación temprana de quienes serán la sociedad del futuro.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Rellena este campo
Rellena este campo
Por favor, introduce una dirección de correo electrónico válida.

Acepto la política de privacidad *

Menú